martes, 5 de junio de 2012

Simplemente gracias


Hoy es un día en el cual sentimientos variables se vinculan. Un día en donde las lágrimas y las risas parecen parte del mismo entramado. Es que hoy nos toca despedir a una gran compañera.
Graciela ha sido, es y será para esta institución un verdadero valuarte, que sin pretensiones o vanidades, dedicó horas y días para que todos juntos llevemos adelante esta hermosa aventura que elegimos para delinear nuestras existencias: educar y formar a futuros educadores y profesionales.
Allí estuvo siempre, en cada rincón en donde se la necesitaba, en cada lugar de duda, inquietud o desconocimiento para acercarnos toda su experiencia, no sólo profesional, sino de vida también.
Y así, haciendo uso de la receta perfecta: una gran cantidad de saberes y varias pizcas de sentido común, logró que quienes estamos hoy aquí rindiéndole homenaje, lleváramos nuestros pasos hacia los mismos objetivos y las mismas metas, más allá de la tarea específica de cada uno.
Después de tantos años de trabajo, de transitar los distintos espacios de la educación, de mañanas madrugadoras y tardes agotadoras, llegó a este momento en donde podrá mirar atrás y ver con intensa satisfacción todas las semillas que fue sembrando y los frutos que cosechó.
Hoy te jubilás, Graciela y el júbilo de este retiro nunca lo dejaste de tener, porque llevaste a cabo tu función con felicidad. En todo caso, y si tomamos el significado de la raíz de esa palabra, siempre fuiste una jubilada porque nunca perdiste tu accionar jubiloso, feliz y radiante.
Pero no pienses que te vas del todo. En primer lugar porque volverás a este lugar no sólo como una visita sino como nuestra querida Bibliotecaria, nuestra gran compañera, nuestra estimada amiga. Pero, además, tu esencia siempre estará en cada rinconcito de institución. Solo nos queda dedicarte una antigua bendición Celta:
Que el camino salga a tu encuentro Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos, y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te sostenga suavemente en la palma de su mano. Que vivas por el tiempo que tú quieras, y que siempre quieras vivir plenamente. Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron, pero nunca olvides recordar aquellas que te alegraron. Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos, pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron fieles. Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron, pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día. Que el día más triste de tu futuro, no sea peor que el día más feliz de tu pasado. Que nunca caiga el techo encima de ti y que los amigos reunidos debajo de él nunca se vayan. Que siempre tengas palabras cálidas en un anochecer frío, una luna llena en una noche oscuras, y que el camino siempre se abra a tu puerta. Que vivas cien años, con un año extra para arrepentirte. Que el Señor te guarde en su mano y no apriete mucho su puño. Que tus vecinos te respeten, los problemas te abandonen, los ángeles te protejan y el cielo te acoja. Que tus bolsillos estén pesados y tu corazón ligero. Que la buena suerte te persiga y cada día y cada noche tengas muros contra el viento, un techo para la lluvia, bebidas juntos al fuegos, risas para que te consuelen aquellos a quienes amas, y que se colme tu corazón con todo lo que desees. Que Dios esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos, que el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones. Que no conozcas nada más que la felicidad, desde este día en adelante. Que Dios te conceda muchos años de vida, de seguro Él sabe que la tierra no tiene suficientes ángeles. Que el camino salga a tu encuentro. Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos... ¡Y así sea cada año y para siempre!